Frío, frívolo y superficial
como salón de cristal y acero
¿Por qué me hablas de espejos?
A ninguno de los dos les creo
Nada saben de mi interior engrudado
que quema como brasa tramposa
no se extingue
causa de furia
no da tregua
Debo despejar y amasar el pegajoso bollo
y arrojarlo al vacío
Allí, dicen,
todo se esfuma en aire leve
Devenido en tenue recuerdo sin ardor ni furia
tendré espacio libre para disfrutar mi propio aroma
una estrenada mirada en silencio
racimos de anémonas y marimonias
atados de canela
y de un bello par de lágrimas agua marina
que cosquillearán mis mejillas
al ver aproximarse la más sabrosa boca
con la vista nublada
y los sentidos recobrados
para volver a gozar